Un amigo expresaba “acostumbro a decirle a los empleados que se me acercan en la puerta de los locales: solo estoy haciendo un paseo socrático.“ Y ante la confusión de sus interlocutores les aclaraba: Sócrates, filósofo griego, tenía la costumbre de descansar su cabeza recorriendo el mercado de Atenas. Cuando los vendedores lo asediaban respondía “sólo estoy observando cuántas cosas existen que no necesito para ser feliz”.
Esta sociedad de consumo provoca en las personas, junto a la carrera consumista, una distorsión en la escala de valores. Una típica ciudad del interior del país, como la que yo nací, tenía en la década del ´60 seis librerías y un gimnasio. Hoy tiene sesenta gimnasios y tres librerías. No tengo nada contra los gimnasios, pero me preocupa la desproporción entre el mejoramiento del cuerpo y el mejoramiento del espíritu. Seguramente moriremos en buen estado: ¿cómo estaba el difunto? Oh, una maravilla, ni un centímetro de celulitis. Pero ¿qué pasa con su espíritu?
La palabra que más suena es “entretenimiento”. Hago esto porque me divierte. No lo hago porque no me resulta entretenido. ¿Y la felicidad profunda? Como la publicidad no logra vender felicidad, genera la ilusión de que la felicidad es el resultado de una suma de placeres (cuanto más exóticos y por tanto más caros, mejor). Si tomás este trago, si usás estas zapatillas, si lucís esta camisa, si comprás este auto… ¡serás feliz! El problema es, que en general, no se llega a ser feliz. Quienes ceden a la cultura consumista, desarrollan de tal forma el deseo que terminan necesitando un psicólogo. O medicamentos. El gran desafío es comenzar a ver cuan bueno es ser libre de todo ese condicionamiento. Así se puede vivir mejor.
En la Edad Media, las ciudades adquirían estatus cuando tenían una Catedral. Hoy cuando cuentan con su propio shopping center. Es curioso, la mayoría de los shopping centers tienen líneas arquitectónicas de Catedrales estilizadas. A ellos no se puede ir de cualquier modo: hay que vestir ropa de misa de domingo.
… por la inversión inmobiliaria
Una vez aclarado que para invertir es necesario antes ahorrar (entendido el ahorro como la diferencia entre lo que gano y lo que consumo), veamos como se transforma ese ahorro en inversión inmobiliaria.
1. La casa primero. Hay que tener disciplina para destinar un porcentaje de los ingresos a la inversión inmobiliaria. A muchos les resulta útil comenzar comprometiéndose con una cuota en la compra de un terreno, de una cochera o de un Studio de pequeñas dimensiones. Este es el primer paso para llegar a la casa propia.
2. Operar con un matriculado. Siempre es recomendable contratar un corredor inmobiliario matriculado con buena información y criterio para asesorar. Le pagás la comisión, pero eso vuelve en beneficios y en las ganancias que el negocio genera.
3. Todo es cuestión de timing. Las épocas de crisis suelen ser momentos oportunos para comprar.
4. La inversión inmobiliaria precisa una mirada de largo plazo. Piense en el largo plazo. La inversión inmobiliaria es la mejor alternativa de inversión si se la analiza desde la perspectiva adecuada, que es la de largo plazo.
5. Invertí en otros sectores distintos de tu core business. La diversificación te acarreará ganancias que podrían solventarte si tu área empresarial pasa por momentos difíciles.
Fuente: El Inmobiliario
Autor: Lic. Mario Gómez. Titular de Le Bleu Negocios Inmobiliarios. Director de la Especialización en Desarrollo de Emprendimientos de la Cámara Inmobiliaria Argentina.